NOS VEMOS EN NAVIDAD
Hace un año juré que no me iba a subir nunca más a un avión. Una fobia inexplicable a los vuelos se apoderó de mi, y emulando a Borghi, prefería viajar a mi tierra natal todas las veces que podía en bus.
Esta navidad no iba a ser la excepción. Sin embargo, un acontecimiento iba a cambiar radicalmente mi decisión y me enfrentaría con mi mayor miedo. El nacimiento de mi sobrina no solo trajo alegría en los corazones de todos nosotros, sino que me dio a mi la valentía que me hacía para enfrentar mi travesía a Antofagasta.
De Santiago a la capital de la Segunda Región, nos separa más de mil kilómetros. En bus, eso se traduce en algo así como 18 horas de viaje. En avión, solo dos. Sé que sonará absurda mi preferencia por los medios de transporte terrestres, pero el pánico que me producía (o produce) la altura es mayor.
Y aunque todavía me muero de miedo pensar en que tendré que volar, ahora tengo el incentivo de conocer a la Josefita como calmante principal. Para lo otro, tengo Ravotril. Ja, ja, ja.
Quiero que esta navidad sea la más dichosa del mundo, porque la felicidad que me invade es grande. Mi hermana me dio un regalo por adelantado, y por eso estaré infinitamente agradecida. Es que sin duda es el mejor regalo de Navidad que he recibido en mucho tiempo; aunque eso signifique que tenga que volar...